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El Barrio Chino y Santa Ana iluminan las fiestas con su propio lenguaje

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La Perla del Pacífico no festeja con fuegos artificiales. Festeja con memoria, con calles que cuentan historias, con barrios que se resisten al olvido. En estas fiestas julianas, la ciudad se transforma en un gran escenario donde el arte, la cultura y la identidad comunitaria se mezclan sin guion, sin maquillaje, con la fuerza de lo real.

 

En el centro, la Ruta Asiática, también conocida como Corredor Turístico Multicultural, se robó las miradas. La propuesta, que busca dar forma a un Barrio Chino en las calles Sucre y Colón, no solo puso faroles y banderas; puso en valor las raíces de una ciudad construida por migrantes que llegaron para quedarse y marcaron la historia.

 

“Las colonias que empezaron a llegar a Guayaquil como la colonia china, por ejemplo, de hace más de 120 años (…) Asimismo, como otras colonias, por ejemplo, la colonia española tiene mucho tiempo, la colonia rusa es nueva, la colonia libanesa… entonces todas las colonias que están participando quieren mostrar un poco de su cultura”, expresó Jaime Wong, del comité organizador.

 

A la par, en las escalinatas Diego Noboa, los pasos eran otros: lentos, curiosos, alegres. Familias enteras recorrían Santa Ana 360, una experiencia que combina arte urbano, emprendimientos locales y gastronomía en los 444 escalones que llevan al icónico faro. Es una ruta que no solo se sube: se siente, se escucha, se respira.

 

“Hermoso el paseo, el faro, increíble, en todas las escalinatas es increíble ver la gente, verla feliz (…) vengan a turistear acá que es bonito… en algunas esquinas hay murales, se ve que han pintado paredes, hay cositas diferentes”, dijo Jonathan Barberán, uno de los tantos visitantes que vivieron la experiencia con emoción.

 

Estas dos postales, distintas pero conectadas por el mismo pulso ciudadano, reflejan una Guayaquil que no se conforma con celebrar: quiere reconstruirse desde sus barrios, desde su gente, desde su memoria. Una ciudad que apuesta por el arte, la cultura y el turismo popular como herramientas para sanar, unir y resistir. Y ese, lo sabe bien el alcalde Aquiles Alvarez, es el camino más valiente hacia una transformación real.

 

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